La batalla de Cannas (216 a. C.) fue, muy probablemente, el peor desastre militar de la historia de Roma, devenida en vara de medir de ulteriores reveses de las armas romanas.
Mientras en el Próximo Oriente egipcios, mitanios, hititas, asirios, babilonios y elamitas se disputaban la hegemonía, desencadenando conflictos coronados por batallas tan conocidas como Megido (1457 a. C.) o Qadesh (1274 a. C.), la Europa de la Edad del Bronce conocía también la violencia y la guerra.
Tras la pavorosa masacre de espartanos y tespieos en la célebre batalla del paso de las Termópilas, el inmenso ejército del Gran Rey persa avanzó por Grecia central sin encontrar resistencia alguna.
El año 68 d. C. el Imperio romano dio su primer gran traspiés desde el punto de vista institucional.
Tras sufrir el calamitoso descalabro de la batalla del Lago Trasimeno, Roma entró en uno de los peores momentos de su historia. A pocos días de marcha de la ciudad se hallaba Aníbal, al frente de un ejército triunfante, y no había contingente romano alguno que pudiera interponerse en el camino.
Al poco de culminarse la conquista islámica de la Península, estalló una revuelta importante en las montañas del norte, una sublevación dirigida por un líder carismático que posiblemente tuviera vínculos con el recientemente extinguido reino visigodo, un personaje llamado Pelayo.
La agónica situación del reino latino de Jerusalén a finales del siglo XII inquietaba a la cristiandad.
En el verano del año 480 a. C. el todopoderoso rey persa Jerjes I se dispuso a vengar la humillación sufrida por su padre en las playas de Maratón diez años antes.
?El periodo que comprende las batallas del Trebia y del lago Trasimeno abordado en este número de la revista se caracterizó precisamente por la premura de Aníbal en tratar de lograr, mediante la obtención de resonantes triunfos militares que humillasen a Roma
En el año 241 a. C. Cartago salía derrotada de una guerra que había sido terrible y duradera. A la humillación y pérdida de Sicilia y otros territorios hubo de sumar el pago de onerosísimas indemnizaciones de guerra que debía entregar al vencedor: Roma.
La generación de Rodrigo Díaz, el Campeador, fue una generación bisagra. A su padre y a su abuelo les había tocado experimentar el vuelco histórico trascendental que supuso, durante el primer tercio del siglo XI, la fragmentación del Califato cordobés. La generación posterior a la muerte del Cid en 1099 también se enfrentó a un mundo nuevo, marcado ahora...
¡Número reeditado! Incluye 8 páginas más, con el artículo "La batalla de los Campos Cataláunicos" que componía Desperta Ferro nº0.
¡Número reeditado! Incluye 8 páginas más con el artículo "57 a. C. César contra los belgas.
¡Número reeditado!