En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el mundo árabe, que tanto había contribuido a la civilización en siglos pasados, se hallaba, casi por completo, gobernado por potencias foráneas, fundamentalmente los turcos otomanos desde su capital imperial de Estambul. El inicio de las hostilidades significó para muchos la posibilidad de apostar por la independencia del dominio externo en una campaña que quedaría asociada para siempre con el extraordinario, si bien controvertido, soldado amateur británico llamado T. E. Lawrence, conocido como Lawrence de Arabia.